“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza”
(Génesis 1:26)
“Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos”. (Marcos 12:31)
Contradiciendo ambos dogmas, la iglesia, discrimina a una
parte significativa de la población por ser quienes son (mujeres, lesbianas,
gays, bisexuales, travestis y transexuales), por tener actitudes de autonomía
con su propio cuerpo (como el uso de anticonceptivos o por haber abortado) y
sobre su propia vida (por haber practicado sexo antes del matrimonio o haberse
divorciado), entre otras conductas que consideran condenables.
La iglesia es, aparte de ser una fuerza religiosa, una
fuerza política con poder de influencia no solo en corazones y mentes, sino
también en gobiernos del mundo entero.
Un lider religioso al excomulgar a una niña de nueve años
por la realización de un aborto, después de haber sufrido tres años de
violencia sexual en su hogar, no sólo la esta responsabilizando por la
violencia absurda que sufrió, sino también, esta sumando a este sufrimiento
impensable otra violencia de orden psicologico y moral. Fue también el líder
máximo de esa institución quién salió en público a final del año pasado, para
condenar las relaciones homosexuales y personas transexuales, y aún peor, para
afirmar que las mismas son el mal de la humanidad, una tergiversación del ser
humano y una amenaza para el futuro.
Esas declaraciones y acciones no pueden ser tratadas de
forma liviana. No se trata de libertad de expresión o de culto religioso. Una
institución con tanto poder político y visibilidad, influye terriblemente en
cómo muchas personas alrededor del mundo nos ven. Al condenar públicamente
acciones (como el aborto) o la existencia de personas (como lesbianas,
homosexuales, travestis y transexuales), la iglesia marginaliza nuestros
cuerpos y sexualidades, fortaleciendo y legitimizando toda la suerte de
violencias que sufrimos. Si la cuestión fuese realmente la exhortación pública
de pecados condenados en la bliblia, ¿¡dónde están las excomuniones de los violadores
y asesinos de mujeres (cis y trans)?! ¡¿Dónde está la condena pública a la
Policia Militar, que sistemáticamente masacra a la juventud negra, y que hace
exactamente 20 años asesinó a 8 niños en la Chacina da Candelaria?! !Es eso
mismo, en las puertas de una Iglesia!
Lo que está en cuestión no es tanto la condena de un
pecado contra la vida como la marginación de todos los cuerpos, géneros,
sexualidades y elecciones que entran en conflicto con una normativa hetero y
con un pensamiento machista y conservador.
Al negarse al diálogo sobre estos puntos y, al mismo
tiempo, interferir en el debate político, la iglesia tiene minado el estado
laico, legitimizando violaciones a los derechos humanos. El “Beijaço” (besada)
es una forma de protestar retomando justamente los principios del amor al
prójimo. No importa el género, indentidad de género u orientación sexual, el
objetivo es demostrar que existimos.
En un mundo donde un beso es considerado falta de respeto, es necesario besar!!!
Entonces, por amabilidad o por causa de nuestra revuelta,
saquen sus rosarios de mis ovarios, de mi cuerpo promiscuo lleno de ardor, de
mi relación homoafectiva, de mis senos de silicona, de mi sexo transformado, de
mi cuerpo perfeccionado!!!
Saque a su santito de mi atabaque, saquen su exorcismo de
mi Pompa-Gira, saquen su blancura de mi piel negra, esclavizada por ustedes!
Saquen su pecado, su cruz. Quédense con ella en su iglesia, ahí, en sus
construcciones magnificas realizadas por siglos de trabajo esclavo.
Nenhum comentário:
Postar um comentário